Y así, fueron pasando los años. La soledad y la tristeza se adueñaron del ansioso corazón del príncipe y sus utópicas ilusiones se comenzaron a apagar poco a poco.
Se volvió agrio, arisco, hipócrita e impertinente. Desdeñó de su lado todo aquello que pudiera causarle felicidad. Jugó con las mentes de las personas mas cercanas a el y trató de desmembrar las almas felices de los demás.
No soportaba que el mundo no fuese como él deseaba...
...Y tomó la decisión de expandir su reino, el reino de su mente, hacia fuera de su alma. Se juró a si mismo crear aquello que deseaba, fuera como fuese.
El reino, entró en guerra.
Miles de murciélagos de chocolate acosaban día y noche a los habitantes de su país, pequeñas marionetas desquiciadas ahorcaban a los ciudadanos rebeldes con sus hilos y dulces caballitos de cristal aprovechaban sus hocicos resquebrajados para mutilar a todo el que se cruzase en su camino.
Ahora, la soledad y la tristeza del corazón del príncipe, se vio reflejada en su reino. El pensaba que para mostrar su mundo, primero debía destruir este.
¿Realmente quería reformar su reino?¿No disfrutaría quizás con el dolor ajeno?
Nadie lograría comprenderlo..